IV Domingo de Cuaresma –Ciclo C-
Conversión también es reconocimiento: Todo lo suyo es nuestro.
Necesitamos ser libres para ver la realidad y lo que ella nos revela de
la gratuidad divina, a cada instante, haciendo del ayer un hoy que
mantiene la memoria viva de lo que aconteció y sigue aconteciendo. La
cuaresma es el tiempo que en el que la Iglesia, en cada uno de sus
miembros, está dispuesta a reconocer en qué le ha fallado a la Gracia, y
rehacer el camino para volver a la Casa familiar; pero también es
tiempo para reconocernos como propietarios/as de una Heredad (Dios) que
hemos de consolidar y compartir, porque es nuestra Heredad. Dios
Padre-Madre de todos: de los que se quedan y de los que se van.
Josué 5, 9a. 10-12: “En aquellos
días, el Señor dijo a Josué: Hoy os he despojado del oprobio…” Para Dios, el
ayer es hoy. No existe para la Presencia divina el tiempo medido en horas,
días, años… Lo que aconteció, acontece en este momento. Por eso nuestra memoria
creyente no es solo recordar hechos pasados, sino anamnesis: vivir la historia
de la salvación en presente, reconociéndonos agentes activos de lo que la
memoria creyente nos ha legado, al mismo tiempo que nos abrimos a la novedad
que cada instante nos depara: ya no comieron maná sino del fruto de la tierra
que habían cosechado. El don va unido al esfuerzo; la gratuidad al
agradecimiento…
Salmo 33: Necesitamos saborear y contemplar lo que Dios nos da, para poder
vivir el gozo del don y proclamar: “Mi alma se gloría en el Señor… que los
humildes lo escuchen y se alegren”.
Trinidad León, m.c.
Conversión también es reconocimiento: Todo lo suyo es nuestro.
Necesitamos ser libres para ver la realidad y lo que ella nos revela de
la gratuidad divina, a cada instante, haciendo del ayer un hoy que
mantiene la memoria viva de lo que aconteció y sigue aconteciendo. La
cuaresma es el tiempo que en el que la Iglesia, en cada uno de sus
miembros, está dispuesta a reconocer en qué le ha fallado a la Gracia, y
rehacer el camino para volver a la Casa familiar; pero también es
tiempo para reconocernos como propietarios/as de una Heredad (Dios) que
hemos de consolidar y compartir, porque es nuestra Heredad. Dios
Padre-Madre de todos: de los que se quedan y de los que se van.
Josué 5, 9a. 10-12: “En aquellos
días, el Señor dijo a Josué: Hoy os he despojado del oprobio…” Para Dios, el
ayer es hoy. No existe para la Presencia divina el tiempo medido en horas,
días, años… Lo que aconteció, acontece en este momento. Por eso nuestra memoria
creyente no es solo recordar hechos pasados, sino anamnesis: vivir la historia
de la salvación en presente, reconociéndonos agentes activos de lo que la
memoria creyente nos ha legado, al mismo tiempo que nos abrimos a la novedad
que cada instante nos depara: ya no comieron maná sino del fruto de la tierra
que habían cosechado. El don va unido al esfuerzo; la gratuidad al
agradecimiento…
Salmo 33: Necesitamos saborear y contemplar lo que Dios nos da, para poder vivir el gozo del don y proclamar: “Mi alma se gloría en el Señor… que los humildes lo escuchen y se alegren”.
Trinidad León, m.c.
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