sábado, 23 de febrero de 2013

II Domingo de cuarema

Iº Domingo de Cuaresma –ciclo C
Una llamada a vivir la transfiguración en Dios
para vivir la conversión del mundo



Trinidad León.mc

Las tres lecturas que se proclaman este domingo acentúan, tanto la necesidad de conocer qué pasa en lo más hondo de nuestro ser como el coraje de despegarnos de las grutas que nos sirven para esconder nuestros miedos a encuentros mucho más abiertos y comprometidos. En ninguna de esas dimensiones estamos solos/as sino en compañía de una Presencia que, conociendo nuestra debilidad e incapacidad para comprender el misterio y la gratuidad del actuar divino, nos adentra y nos abre a él, aunque en un estado semiinconsciente: “en sueños". El encuentro produce sus frutos, nos cambia la vida. Nos convierte. Aunque entrar en la nube del Misterio divino nos siga asustando, como a los discípulos también nos atrae.

Génesis 15,5-12.17-18: Abraham, durmiendo; Dios, realizando la alianza. ¿Quién cumplirá los Cuando de promesas se trata, queremos que las cosas se realicen lo antes posible. Las demoras nos parecen olvido de lo pactado e, incluso, incapacidad para llevarlo a cabo…. Dios no es así. Su forma de ser y de mirar la realidad, no es la nuestra… El narrador entiende que debe explicar cómo es la una y cómo es la otra. “Dios sacó fuera a Abraham y le dijo:…”. El primer paso es sacarnos (junto al patriarca, o junto a Elías) de nuestros escondrijos personales, del lugar en el que creemos haber encontrado cierta seguridad, y mostrarnos el infinito al que pertenecemos y, en cierta manera, nos pertenece; el segundo paso es el diálogo que se entabla a fin de hacernos comprender lo más importante del camino realizado, aunque no concluido: Dios recuerda los lazos de amistad construidos, la confianza tejida, la alianza por afirmar… La promesa sigue estando en pie, inamovible. De parte de Abraham, como de cualquier creyente, lo propio es plantear las dudas que atenazan el corazón y hacen vacilar todo lo vivido y, por supuesto, cuestionar un futuro que ve incierto e imposible de realizar. El diálogo culmina cuando se prepara el ritual propio de las culturas antiguas; y Abraham participa con todas su fuerzas en la preparación. Pero en ese preciso momento “…un sueño profundo invadió a Abraham y un terror intenso y oscuro cayó sobre él”. Ante el actuar de Dios las potencias humanas quedan en tinieblas, oscurecidas, incapaces de mirar cara a cara el Misterio en su plenitud. A Abraham no se le acusa de nada, pero el texto deja bien claro que el único que realiza el gesto completo que sella la alianza y compromete a cumplirla hasta el final, es Dios. Solo Dios.

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