Iº Domingo de Cuaresma –ciclo C
Una llamada a vivir la transfiguración en Dios
para vivir la conversión del mundo
Trinidad León.mc
Las tres lecturas que se proclaman este domingo acentúan, tanto la
necesidad de conocer qué pasa en lo más hondo de nuestro ser como el
coraje de despegarnos de las grutas que nos sirven para esconder
nuestros miedos a encuentros mucho más abiertos y comprometidos. En
ninguna de esas dimensiones estamos solos/as sino en compañía de una
Presencia que, conociendo nuestra debilidad e incapacidad para
comprender el misterio y la gratuidad del actuar divino, nos adentra y
nos abre a él, aunque en un estado semiinconsciente: “en sueños". El
encuentro produce sus frutos, nos cambia la vida. Nos convierte. Aunque
entrar en la nube del Misterio divino nos siga asustando, como a los
discípulos también nos atrae.
Génesis 15,5-12.17-18: Abraham,
durmiendo; Dios, realizando la alianza. ¿Quién cumplirá los Cuando de
promesas se trata, queremos que las cosas se realicen lo antes posible.
Las demoras nos parecen olvido de lo pactado e, incluso, incapacidad
para llevarlo a cabo…. Dios no es así. Su forma de ser y de mirar la
realidad, no es la nuestra… El narrador entiende que debe explicar cómo
es la una y cómo es la otra. “Dios sacó fuera a Abraham y le dijo:…”. El
primer paso es sacarnos (junto al patriarca, o junto a Elías) de
nuestros escondrijos personales, del lugar en el que creemos haber
encontrado cierta seguridad, y mostrarnos el infinito al que
pertenecemos y, en cierta manera, nos pertenece; el segundo paso es el
diálogo que se entabla a fin de hacernos comprender lo más importante
del camino realizado, aunque no concluido: Dios recuerda los lazos de
amistad construidos, la confianza tejida, la alianza por afirmar… La
promesa sigue estando en pie, inamovible. De parte de Abraham, como de
cualquier creyente, lo propio es plantear las dudas que atenazan el
corazón y hacen vacilar todo lo vivido y, por supuesto, cuestionar un
futuro que ve incierto e imposible de realizar. El diálogo culmina
cuando se prepara el ritual propio de las culturas antiguas; y Abraham
participa con todas su fuerzas en la preparación. Pero en ese preciso
momento “…un sueño profundo invadió a Abraham y un terror intenso y
oscuro cayó sobre él”. Ante el actuar de Dios las potencias humanas
quedan en tinieblas, oscurecidas, incapaces de mirar cara a cara el
Misterio en su plenitud. A Abraham no se le acusa de nada, pero el texto
deja bien claro que el único que realiza el gesto completo que sella la
alianza y compromete a cumplirla hasta el final, es Dios. Solo Dios.
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