sábado, 17 de diciembre de 2011

IV DOMINGO DE ADVIENTO


 EL QUE NACERÁ SE LLAMARÁ HIJO DEL ALTÍSIMO
       En este cuarto domingo del adviento, María constituye el personaje central del Evangelio. Es María y su sí a Dios, lo que constituyen la puerta de entrada del Hijo Eterno de  Dios y el inicio de una nueva posibilidad para el género humano.
Dos invitaciones recibe María de parte del Ángel : alégrate, que en otra palabra puede significar, eres feliz, eres dichosa, que es la aspiración de todo ser humano, la alegría plena, de la felicidad.  A Maria se le revela en plenitud la fuente de la verdadera alegría, es DIOS mismo quien la envuelve con su misterio y con su amor, esta certeza hace que escuche la segunda invitación: no temas, el Dios de la misericordia viene en persona, el Dios que conoce María a través de las profecías, se hace accesible, se le pone al alcance de las manos, se hace pequeño.
     Pero este mismo Dios, frágil, pequeño, pobre, es fuente de fortaleza, es digno de confianza y espera y recibe de Maria una respuesta de fe.  María la pobre de Nazaret, en su pequeñez se siente grade, en su simplicidad, se siente privilegiada, en su debilidad, se siete fuerte. Es el todopoderoso el que se ha abajado para hacer que el pobre viva en la esperanza de un futuro, en donde otro mundo sea posible, en donde al pobre se le anuncia la buena noticia. María en solidaridad con los pobres de la tierra, y en obediencia a su Señor dice: He aquí la esclava del Señor que se haga en mi según has dicho.
   Y desde ese momento, todos podemos confiar, esperar, creer y obedecer.

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