EVANGELIO DEL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
La palabra de Dios de este domingo nos presenta una de las imágenes más conmovedoras de Dios. El Dios de Jesucristo, es el Dios misericordioso, el Dios que se conmueve ante el dolor de la humanidad y se empeña en enviar mensajeros. Un mensajero es alguien que trae de parte de otro una noticia. En nuestro caso, el mensaje, la noticia es la buena noticia de la salvación. Dios ha pagado nuestra deuda en la persona de Jesús. En el libro del profeta Isaías Dios se nos presenta también como el pastor, el buen pastor que reúne, acoge, a las ovejas. Es el Dios entrañable a quien no le es indiferente el destino de la humanidad. Pero es también el Dios leal, justo y veraz; el que no esconde la realidad de desierto que implica la acogida de la salvación. Desierto y tierra prometida no se oponen, gozo en la espera y esfuerzo cotidiano, son parte de la misma dinámica de salvación que viene den Dios que no perdonó a su propio Hijo, sino que no envía en carne humana para hacerse caminante con el ser humano que sufre, espera y camina.
El desierto es también lugar de purificación, desprendimiento de todo lo que no es imprescindible, optar por todo lo que hace más ligero el camino hacia el encuentro de Dios, hacia el encuentro de prójimo y hacia el encuentro del Reino. Por eso la invitación que nos hace Juan el Bautista a la conversión, es condición indispensable para acoger al Verbo que se encarna y se hace nuestro compañero de camino.
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