lunes, 27 de febrero de 2012

Cuarenta días con los cuarenta últimos

 
EL DERECHO A LA VIDA
Derecho de todo niño a protección sin discriminación
Le llaman “el ángel de Burundi”, aunque el día en que su vida dio un cambio completo Marguerite Barankitze (“Maggy”) pensó en suicidarse. Maggy de etnia tutsi, trabajaba de secretaria en el obispado de Ruyigi y había escondido a algo más de cien hutus que escapaban de las matanzas. Ese día llegaron las milicias tutsis y, tras maltratarla y acusarla de traidora la ataron a una silla y la obligaron a ver la peor visión de su vida. “Mataron a 72 personas delante de mí. Cuando terminó aquella masacre mi oración se convirtió en protesta y pregunté a Dios si realmente Él es amor”.
Su vida es un vivo retrato de esta negativa a resignarse ante la crueldad y la injusticia. Al día siguiente de aquella terrible masacre, tras enterrar a los muertos, recordó las últimas palabras de una de las mujeres antes de perecer bajo el machete: “Maggy, cuida de nuestros hijos”. Aquello le salvó del suicidio. Sin dinero y sin un lugar a dónde ir, recogió a siete traumatizados niños que habían sobrevivido buscó un techo para ellos; primero, con un cooperante alemán y más tarde con el obispo de su diócesis. Se corrió la voz, y cientos de huérfanos niños –hutus y tutsis- siguieron llegando en busca de protección mientras la guerra se recrudecía en Burundi. “A los cuatro años tenía a 4.000 niños a mi cuidado, y a los 10 años una multitud enorme. Durante este tiempo más de 30.000 niños han pasado por nuestra obra”. Maggy recibió el Premio a la Fraternidad de la revista Mundo Negro. Su testimonio conmovió a las personas que la escucharon. Sin embargo, recalcó que no venía a contar “las miserias de África. Dejad de llorar por los africanos, nosotros tenemos que dejar de ser víctimas eternas.”

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