No
sé quién es, pero sé lo que ha hecho por mí…
Nos acercamos a los días centrales de la Semana Santa. Los textos que
se proclaman en la liturgia recogen la tensión de los acontecimientos vividos
por Jesús y sus acompañantes. Las posturas ante el Maestro de Nazaret se
polarizan cada vez más, y, tanto él como sus adversarios toman posiciones. Conocemos
el desenlace final. A XXI siglos de distancia el drama no deja de sobrecogernos,
sobre todo, porque no deja de acontecer: los sabios y los poderosos de este
mundo no reconocen más autoridad que la propia (sea esta política, económica o religiosa…), la que han gestado a su
imagen y semejanza. Y no están dispuestos a ver más allá de las luces
(ficticias) que ellos mismos creen desprender. Si hay algo o alguien capaz de
inquietar sus conciencias, o desequilibrar su estatus, lo eliminan sin más,
como hicieron con Jesús. Tienen poder para hacerlo, y lo hacen. El drama de la Semana de Pasión comienza cada día, en
cualquier rincón del mundo donde los ciegos por voluntad propia siguen
proclamándose dueños absolutos de la verdad, su verdad; mientras muchos otros hombres y mujeres, tirados por el
camino de la vida, aparentemente ciegos, siguen encontrándose, de improviso,
con la Luz de Dios, son su fuerza sanadora: Jesucristo.
Trinidad León, mc.
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